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La Caperucita Roja - Cuento y Audio

Cuentos Ilustrados para niños 😊👨👩    En cierto pueblo, cercano a un tupido bosque, vivía una bellísima niña, tan linda que parecía un angelito. Su madre estaba tan contenta con los encantos de su hija, que casi vivía loca de felicidad. Pero estaba mas contenta aún de su abuelita, quien no hallaba la manera de demostrarle cuánto la quería. La tenía abrumada de regalos y fue precisamente-su abuelita la que le hizo un hermoso sombrerito en forma de caperuza, de color rojo. Desde entonces la llamaron Caperucita Roja. Cierto día, al llegar a casa Caperucita Roja, después de haber jugado mucho con sus amiguitas, vio sobre la mesa unos sabrosos pasteles. Creyendo que eran para ella, preguntó a su madre si podía comerlos. ― Son para tu abuelita; la pobre esta muy enferma ―replicó su mamá. ― Le llevarás esos pasteles y este tarrito de dulce miel. ― Sí, mamita, así tal vez con esos regalitos mi abuelita se pondrá mejor. ― Pues entonces prepáralo todo y lléva...

Blanca Nieves y los Siete enanitos / Audiolibro y lectura comprensiva

Cuentos Ilustrados para niños 😊👨👩 

 

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MIENTRAS bordaba al pie de su ventana la reina de un lejano país, se pinchó un dedo con la aguja y, al instante, la sangre salpicó la nieve que caía sobre la ventana del palacio.

― ¡Oh, Dios mío! -dijo la reina -me harías muy feliz si me dieras una hija blanca como la nieve, con la carita sonrosada como la de los ángeles y el cabello negro cual el ébano.

Efectivamente, Dios complació a la soberana dándole una hermosa hija. La madre la llamo Blanca Nieves, en recuerdo del día en que se la había pedido.

Por desgracia, Blanca Nieves quedó huérfana pronto y el rey volvió a casarse. La nueva reina, que era bella, pero también muy orgullosa, recibió un día como obsequio de un hada mala un espejo mágico, que le respondía todas las preguntas que le hacía sobre su propia belleza.

Cuando Blanca Nieves tuvo siete años, al conversar la reina con el espejo, éste le dijo:

― Oh, reina! Ya no eres la más hermosa del reino. Fíjate en Blanca Nieves, que es mucho mas linda que tu.

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Entonces la reina, pálida de ira y mortificada por la envidia, decidió hacer desaparecer a su hijastra, y un día llamó a un sirviente y le dijo:

― Llevarás esta noche a Blanca Nieves al centro del bosque, y allí la matarás y me traerás su corazón.

Estando en pleno bosque, compadecido el sirviente por los ruegos y lloros de la niña, le perdonó la vida, con la condición de que no volviera más al palacio. En su lugar, él cazó un ciervo, le sacó el corazón y se lo llevó a la soberana, diciéndole que era el de su hijastra.

Al verse sola en medio del bosque, Blanca Nieves empezó a caminar sin rumbo muchas horas, hasta que encontró una casita muy pequeña. Llamo varias veces tocando a la puerta, y como nadie contestó, ella se animó a entrar. Dentro de aquella casita todos los muebles y; enseres eran diminutos.  Sobre una mesa, además de siete platitos como de muñecas, todos con comida, había cuchillitos, tenedorcitos y cucharitas.

Blanca Nieves, que tenia hambre, comió un poquitín de cada plato y bebió una gota de agua de cada vaso. Luego, como estaba muy cansada, juntó las siete camitas, se echo sobre estas y se quedó profundamente dormida.

Al anochecer los dueños de la casa retornaron de sus labores en la mina cercana. Eran siete enanitos de luengas barbas y capuchones morados. Al encender las luces de sus velas y candeleros y ver que las cosas habían sido movidas se asustaron un tanto.  Mas de pronto, uno de ellos descubrió a la niña, a la cual todos rodearon con honda curiosidad.

― ¡Oh, qué hermosa es! -dijeron los siete enanos en coro.

Y para no despertarla se arreglaron los siete para dormir por los rincones.

Al despertar Blanca Nieves y verse a si misma rodeada por esos hombrecillos, se llevó un susto tremendo. Pero cuando ella les contó como había llegado hasta allí, los enanitos, apenados, le preguntaron:

― ¿Te gustaría quedarte con nosotros? Desempeñarías los quehaceres de la casa; nosotros, a cambio de eso, no permitiremos que te falte nada y te querremos mucho.

 

Blanca Nieves acepto en seguida y empezó a asear la casa.

Pasado algún tiempo la reina consultó de nuevo con su espejo, el que en esta ocasión le dijo:

― Verdad que aquí eres la más bella; pero Blanca Nieves, que vive en el bosque con los enanitos, lo es mucho más.

Dándose cuenta la reina del engaño del sirviente, se disfrazó de vendedora ambulante, y aquella misma mañana se fue hacia la casita del bosque. Fingiendo andar como una viejecita, acercose a la casa y empezó a pregonar:

― Quién quiere comprar barato?... Traigo cintas y corsés de bellos colores! 

Blanca Nieves se asomó a la ventana, y la vieja le dijo que saliera a ver las cosas que llevaba en su cesta. Bajo la niña y la vieja le probó un lindo vestido y apretó tanto las cintas que hizo Blanca Nieves caer al suelo desmayada.

Creyendo que al fin había satisfecho su venganza, retorno la madrastra al palacio, diciendo:

― Ahora ya no serás más mi competencia, maldita!

Al volver los enanitos, encontraron a la niña aparentemente sin vida, tendida en el suelo. Al darse cuenta que las cintas del traje le oprimían el pecho, se las aflojaron, y la pobre niña empezó a respirar mejor, contándoles lo sucedido, Los enanitos comprendieron la venganza de la reina, y recomendaron a su amiguita que jamás abriera la puerta a personas desconocidas.

Días después, al consultar nuevamente la reina con el espejo, éste le dijo que Blanca Nieves seguía siendo la más bella del reino. La reina tomó entonces una manzana envenenada y disfrazándose de vendedora llegó a la casa del bosque. Cuando vio asomarse a Blanca Nieves a la ventana, le dijo:

― Baja, para que veas qué bellas peinetas traigo aquí.

Insistió tanto que Blanca Nieves se asomó y dejo que la vendedora le pusiera la peineta en el cabello. La reina, entonces, celebró con saña la inocencia de ella, y la vio caer al suelo como muerta.

De regreso los hombrecillos, al verla en ese estado, empezaron a buscar la causa, hasta que hallaron la peineta extraña en su cabeza y la desprendieron con cuidado y la niña no tardo en volver en si para contarles lo que le había pasado.

Tan pronto como la reina llegó a palacio, consultó su espejo, y éste le dijo, como las veces anteriores, que Blanca Nieves era la mas bella. Su furia fue atroz, y se dispuso a acabar de una vez por todas con la niña. Preparó una provocativa manzana envenenada, se vistió como una campesina y se dirigió de nuevo a la casa de los enanitos.

― Exquisitas manzanas vendo! --grito al pie de la ventana.

Blanca Nieves se asomo y le dijo que no podía aceptar nada de gente extraña.

― No creas que mi fruta esta envenenada -dijo la falsa frutera-. Para que veas que la fruta es sana yo me comeré un pedazo y tu el otro.

Partió presto la manzana y comenzó a comer su pedazo, que era el que no tenia veneno, pero bien pronto Blanca Nieves mordió el otro pedazo y cayó al suelo inmóvil.

― Esta vez nadie podrá volverte ― dijo la reina alejándose y levantado sus brazos con alegría.

Cuando los enanitos volvieron a casa y hallaron a la niña en ese estado, trataron de investigar qué tenia, mas no lo consiguieron, y una vez seguros de su muerte la encerraron en hermosa caja de cristal, en cuya tapa pusieron el nombre de la niña y el dato de que era la hija del rey. Después, con mucha tristeza cargaron la caja hasta una gruta que había arriba de la montaña.

Un día esplendoroso de sol paso por allí un hermoso príncipe. Al ver a la niña, que parecía un ángel durmiendo, suplico a los enanitos que le dejaran llevársela a su casa para poder admirar esa carita todos los días. Los buenos hombrecillos permitieron al príncipe que se la llevara a su palacio. Pero uno de los hombres que cargaba el ataúd de cristal tropezó con una piedra, y la fuerte sacudida hizo salir de la boca de Blanca Nieves el pedazo de manzana envenenada. Entonces la niña despertó y se levantó con cara de alegría. El príncipe, emocionado, les dijo a los enanitos que quería mucho a la niña y se casaría con ella. El mismo día del casamiento del príncipe con Blanca Nieves, que ya era señorita, la reina volvió a preguntar al espejo mágico quién era la mujer mas bella del país, y su enojo fue mayúsculo cuando el espejo le respondió:

― Señora, la más hermosa de las mujeres es la princesa que se casa hoy.

La reina, que estaba invitada a la fiesta, se encontró con que la novia era Blanca Nieves en persona, y llena de ira se retiró, pero los enanitos la llevaron lejos de allí y la obligaron a bailar largo rato, hasta hacerla caer al suelo rendida por el cansancio.

Blanca Nieves, que era muy buena, perdono a su madrastra, la que se arrepintió de todo el daño que le había hecho, arrojando el espejo mágico al suelo, con tal furia, que lo hizo trizas.

La joven muchacha vivió feliz, inmensamente feliz, junto a su cariñoso esposo, que tanto la admiraba.


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